“Intelectual es el que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando un estatus de autoridad ante la opinión pública”
Pascal Ory
Es importante
saber de que estamos hablando cuando nos referimos a alguien como un
intelectual, sin una definición tan alejada del común entender, también en
lenguaje coloquial podríamos decir que es quien a logrado cultivar su intelecto
estudiando o adquiriendo conocimientos que le permiten elaborar una visión del
mundo distinta de lo general de sus congéneres, lo que no implica tener la
verdad, ni certeza sobre si lo expresado es digno de ser tomado como guía o
modelo por el resto. El sentido de autoridad que se le da al intelectual no
siempre es justo y siempre esta teñido de subjetividad. Lo cierto es que en el
mundo actual, si es útil a los intereses de quienes le otorgan difusión,
intenta anteponer sus pensamientos a los del común de la gente, respaldándose
en ellos como dueños de la verdad.
Nuestro País tiene una extraña relación con
parte de la supuesta intelectualidad y se da una constante, para estos
intelectuales nunca la mayoría del pueblo esta acertado en sus elecciones o
sentimientos, la dicotomía “Civilización y Barbarie” los ha marcado de tal
forma que parece ser que para ser “civilizado” hay que formar parte de una
elite de soberbios que ignoran la realidad del país, poniéndose siempre en la
vereda de enfrente del pueblo. Sarmiento marcó su época y otros tantos lo
siguieron, repasando fugazmente nuestra
historia, los vamos a encontrar en momentos claves de ella. En época de Rosas,
los llamados exiliados de Montevideo no dudaron en llevar su lucha contra el
“dictador” hasta los extremos de traicionar a la patria, confundiendo el
gobierno de turno con la Nación
se embarcaron en los buques enemigos para atacar nuestro País, a su turno con
Francia, luego Inglaterra y por último con el fiel interprete de la política
inglesa en America Latina, como lo fue el Imperio Lusitano. Sarmiento, Alberdi,
Florencio Varela, José Mármol, Esteban Echeverría y otros ilustres de nuestro
pasado, no dudaron en traicionar a la
Patria por cumplir con su lucha política. Así podemos
mencionar otros ejemplos, que aparecen con su iluminación tantas veces como el
pueblo se pudo manifestar a favor de lo que consideró sus intereses, aparecen contra
Irigoyen, contra Perón, contra Ilía, contra Alfonsín. ¿Por que sería raro, que
el actual gobierno movilice a los intelectuales? es un gobierno surgido de la
gran mayoría del pueblo, con el cual se podrá estar de acuerdo o no, pero no se
le puede negar su legitimidad, y una vez mas se confunde gobierno con Nación y
para atacarlo se elige tocar los sentimientos mas profundos de un pueblo, que
son sus muertos, reduciendo hechos de verdadero honor y heroísmo de cientos de
compatriotas, a acciones de simples víctimas que actuaron por que no había mas
remedio.
La pretendida racionalización o intelectualización de estos hechos no son más que una afrenta a los caídos. Por supuesto nadie elige por gusto ir a una guerra, ya que ésta es la máxima expresión de la violencia de los hombres y sus resultados nunca son gratos, tanto para el vencedor como para el vencido, pero ante el hecho hay distintas formas de comportarse y nuestros soldados lo hicieron con honor y heroísmo, guiados por el incomprensible, desde el punto de vista de la racionalización ciega, amor a la Patria. Es por eso que poniendo un manto de piedad, no requerida ni deseada por nadie que no reduzca los sentimientos a basura, se refieren a nuestros muertos como victimas, restándoles el honor de su muerte y dando a entender que fueron inútiles, por que de otra manera, no pueden justificar lo injustificable que subyace en su pensamiento, una vez más esto es la traición, es la adhesión a las doctrinas del imperio.
José Pablo Feinman dice que adherir a esas doctrinas y
filosofías es caer en la dominación, por la sencilla razón que el imperio crea
sus doctrinas para su desarrollo y subsistencia, y no para que le sirvan a los
potenciales dominados. No pretendamos ir mas allá del pueblo, aceptando tales
doctrinas, y bajo un supuesto enfoque distinto, defender los intereses ajenos
por sobre los propios. Para los “iluminados” todo es ridículo, las razones
geográficas, la historia, la usurpación, la deportación de sus habitantes, y
con comparaciones anacrónicas defienden el principio colonialista de la
autodeterminación de los pueblos para un territorio robado, usurpado por la fuerza
y con habitantes implantados con el propósito cumplir con los fines del colonialismo.
Lo único realmente ridículo es defender esto, hagamos el ejercicio de extender
este criterio tan humanitario a los mismos intereses de Inglaterra, que tal si
se empieza por aplicar la autodeterminación en Irlanda del Norte, o en el
diezmado archipiélago de Juan Fernández, o si lo queremos ampliar a la Comunidad Europea,
se podría aplicar a los Pueblos Vascos, o Catalanes en España, al discriminado
sur italiano, o a la comunidad Gitana. También a los Kurdos y los países en
conflicto del Medio Oriente ¿O los mencionados no son tan humanos como los
ingleses que habitan Malvinas? También se podría aplicar a un país que
concentre inmigración en otro y luego pida el territorio bajo el “derecho” a la
autodeterminación. Planteos seguramente ridículos para quienes ven este derecho
en manos de los poderosos, pero que se dan el lujo de difundir planteos aún más
ridículos como si fueran una gran teoría.
Si la única respuesta que tenemos
después de treinta años de la recuperación de Malvinas es buscar la forma más
disimulada de regalarlas, no piensen más y dejen al pueblo ignorante, bárbaro,
que con sus sentimientos seguro nunca se va a equivocar en la defensa de la Patria. Las Malvinas son
argentinas. Gloria y honor a nuestros muertos.
¡¡¡ Viva la Patria!!!
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