Cómo fue la histórica visita de familiares de ex combatientes a las Islas Malvinas
27 marzo, 2018
Las tumbas que ahora tienen nombre
Un contingente de 214 familiares de los 90 soldados
que yacen en las Islas Malvinas viajaron ayer a visitar las tumbas de
los que ya fueron identificados luego de un largo trabajo forense.
Fue la primera vez que pudieron encontrarse con el sepulcro de sus
familiares, 35 años después de la guerra librada en el sur por la
dictadura. Fueron a llorar, a abrazarse, a rezar o simplemente a
contemplarla en silencio. Eran madres y padres, hijos, hermanos y
sobrinos de los soldados.
Las tumbas dejaron de tener la leyenda “Soldado
argentino solo conocido por Dios” y pasaron a tener los nombres de
los argentinos muertos en las Malvinas, grabados en granito negro.
“Ahora sé donde está. El corazón me latía a mil, me voy con la
satisfacción de haber conversado con él. Fue un encuentro lleno de
amor y paz”, expresó Dalal Massad, la mamá de Marcelo Daniel
Massad, un soldado que murió durante la batalla de Monte Longdon.
Hubo una ceremonia religiosa y militar, que fue
consensuada durante meses entre la Argentina y la ocupación
británica. Estuvieron presentes la titular de la Comisión de
Familiares de caídos, María Fernando Araujo; el militar inglés
Geoffrey Cardoso –quien en el ‘82 diseñó el cementerio y
enterró a los soldados argentinos–, el ex combatiente Julio Aro,
uno de los impulsores de la iniciativa de las identificaciones de los
cuerpos, y el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. “La
emoción que se vivió, ese reencuentro de las familias con sus seres
queridos llenó de vida el cementerio, aunque parezca una
contradicción. La imagen del cementerio, siempre desolada, lleno de
gente es una imagen de vida, de recuperación, de cerrar historias”,
indicó Avruj, quien recorrió las tumbas.
“Ahora mis chicos descansan en paz. Ya no son
huérfanos, ahora están en sus hogares, que son los corazones de sus
padres y hermanos”, afirmó Cardoso luego de la ceremonia. Los
familiares se abrazaban entre sí.
Habían aterrizado en tres aviones partieron entre
las 3.30 y las 4.30 del aeropuerto de Ezeiza. LLegaron en tan solo 2
horas 40 minutos a la base militar de Mount Pleasant, donde se
encuentra el aeropuerto de las islas. Les sellaron el pasaporte (pese
a ser territorio argentino) y los subieron a micros, en los que
recorrieron los 37 kilómetros que los separaban del cementerio de
Darwin, ubicado en un paraje ventoso y desolado que recorrieron los
familiares, muchos de ellos entrados en años y con dificultades para
movilizarse.
“Hijo, te encontré”, “Ahora sé que estás
acá”, fueron algunos de los gritos que se llevó el viento entre
las lágrimas. Los isleños habían dispuesto carpas y cerramientos
con vallados, asientos, baños químicos y lugares reparados del
viento para poder servirse una bebida caliente.
En el cementerio yacen unos 246 muertos en la
guerra, 121 de los cuales permanecían sin identificar desde 1982.
Tras un acuerdo entre los gobiernos, el Comité Internacional de la
Cruz Roja realizó el año pasado, en conjunto con el Equipo
Argentino de Antropología Forense, un trabajo de exhumación de las
tumbas no identificadas y se recolectaron restos que fueron
comparados con las muestras de ADN aportadas por 107 familias. Se
lograron identificar un total de 90 cuerpos.
“Desde el Estado damos hoy un paso gigantesco
porque venimos a cerrar una deuda con los familiares de los héroes
de Malvinas. Siento mucha emoción, al fin en este cementerio afloró
y celebramos la vida”, sostuvo Avruj, luego de la ceremonia en el
que el obispo Enrique Eguía Seguí pidió “ser constructores de la
paz entre los pueblos y trabajar por una cultura del encuentro, sin
divisiones, odios ni guerras”. También oficiaron la ceremonia los
representantes católicos y protestante de las islas, el padre John
Wisdom y el reverendo Nicholas Mercer, como así también el abad
Alan Hugh –administrador apostólico de las islas– quien, a
pedido del papa Francisco, viajó especialmente del Reino Unido.
Familiares de combatientes de Malvinas pudieron visitar el cementerio de la isla luego de que se reconozcan sus identidades
26 marzo, 2018
La guerra de
Malvinas fue un conflicto bélico entre los países de Argentina y
Gran Bretaña en 1982. Las islas, ubicadas a 1,688 kms de la costa
argentina, se encuentran bajo ocupación británica desde 1833. El
gobierno militar de Argentina declaró la guerra a la potencia
militar europea en 1982
649 argentinos murieron durante el conflicto, muchos de ellos jóvenes y sin experiencia militar. La mayoría no había sido identificada ya que sus cuerpos fueron enterrados en Malvinas como NN. En 2017, gracias a una iniciativa de la Cruz Roja, pudo reconocerse a muchos combatientes y brindarles la información a sus familiares.
649 argentinos murieron durante el conflicto, muchos de ellos jóvenes y sin experiencia militar. La mayoría no había sido identificada ya que sus cuerpos fueron enterrados en Malvinas como NN. En 2017, gracias a una iniciativa de la Cruz Roja, pudo reconocerse a muchos combatientes y brindarles la información a sus familiares.
“Ahora sé dónde está mi hijo, pude hablar con él”: la conmovedora ceremonia en Malvinas con los familiares de los caídos
El sol brilla y el viento de las Islas Malvinas
parece haber disminuido su fuerza solo para las familias que ahora
rezan y lloran frente a las cruces blancas en el cementerio de
Darwin.
“Hijo, te encontré, hijo, te encontré”, dice
conmovida Laura Fedele mientras acaricia la placa con el nombre de su
hijo, Miguel Ángel Arrascaeta. Hasta hace solo unas semanas, Miguel
Ángel era un soldado argentino solo conocido por Dios.
Fedele es una de los 214 familiares que viajaron hoy
a las islas para homenajear a los 90 soldados identificados.
El viaje fue organizado por la Secretaría de
Derechos Humanos, a cargo de Claudio Avruj, y fue fundamental el
apoyo del empresario Eduardo Eurnekian, presidente de Corporación
América, que financió y organizó el viaje, que incluyó el
alquiler de los dos aviones de Andes para que la delegación volara
directamente desde Ezeiza a Mount Pleasant en la madrugada del lunes
26.
“Ahora sé dónde está, pude hablar con él. Lo
sentí cerca. Se me sale el corazón del cuerpo de la emoción, pero
me da paz saber dónde está Daniel”, conmueve con su testimonio
Dalal Massad, madre de Daniel Massad, mientras su esposo, Said, se
arrodilla y reza ante la tumba de su hijo, caído el 11 de junio en
la cruenta batalla de Monte Longdon.
“Le dije: ‘No sabés todo lo que pasó en estos
35 años, no sabés cuánto te extrañamos. Tu madrina y tu abuela te
siguieron al poco tiempo que te fuiste, se ve que no querían estar
sin vos. Cuidá a tus hermanas. ¿Sabés una cosa, Dani? Tu cuarto
está intacto, tu pelota de fútbol, pero me han sacado cosas de tu
ropa, porque todos querían llevarse algo tuyo para tener cerca”.
Ese fue el conmovedor diálogo que Dalal mantuvo ante el lugar en que
yace su hijo.
Por su parte, Geoffrey Cardozo, el coronel británico
que tuvo la difícil tarea de recoger los cuerpos de los campos de
batalla y darles digna sepultura en 1983, afirmó: “Estas familias
esperaron 36 años para encontrar a sus hijos. Hay mucha angustia
contenida pero también mucha emoción. Yo siento que estamos
viviendo un milagro”. El trabajo de Cardozo fue clave en la
identificación de los cuerpos.
Cardozo cuidó a cada soldado “como si fuera mi
propio hijo”. Los envolvió con una sabana y les puso dos bolsas
mortuorias de plástico, en las que anotó cada dato del combatiente
que no había podido identificar. Por último, los colocó en un
ataúd, y sobre la tapa volvió a escribir las precisiones: dónde
había sido encontrado, qué pertenencias tenía, qué datos físicos
podía rescatar. “Lo hice con honor y respeto por si algún día
quería identificarlos”.
Malvinas estuvo presente siempre, en cada recuerdo,
en cada persona que viajó.. El primer vuelo 682 partió 3:50. Media
hora más tarde despegó el otro avión, vuelo 684. “Me siento
honrado de llevarlos al destino de Malvinas en este viaje
humanitario”, sostuvo el comandante Hugo Pascual antes del
despegue. Lo que no dijo Pascual es la emoción que sentía al volver
a Malvinas, ya que durante la guerra había volado tracker. Otro de
los pilotos, Rafael Cornejo Sola, también había volado esas mismas
naves.
En el primer avión viajó Roberto Curilovic,
gerente de desarrollo de negocios de Aeropuertos Argentina 2000 y ex
piloto de Super Étendard durante la guerra. El 25 de mayo de 1982 su
escuadrón hundió el Atlantic Conveyor. “Viajo como organizador,
pero este día en Malvinas para mí tiene un significado muy especial
por haber combatido en la guerra”.
La aeronave tenía el apoyacabezas con la silueta de
las Islas Malvinas y una fecha histórica, el 26 de marzo de 2018.
También en los bolsillos había un pequeño folleto que contaba el
proceso de identificación. A las 4:20 se sirvió un desayuno, y
luego se apagaron las luces. Pero nadie pudo dormir.
“Yo creía que a mi hijo lo había pulverizado una
bomba en Monte Longdon, que su sangre derramada estaba allí. Cuando
iba a Darwin elegía una cruz y rezaba en ella, pero pensando que él
no estaba ahí. Después supe que su cuerpo estaba. Y que cuando lo
encontraron en Monte Longdon, ahí tirado, alguien lo tapó con una
campera. Y sentí alivio, ¿sabés? Porque yo siempre lo tapaba
cuando se iba a acostar, le cubría los pies para que no tuviera
frío. Y después me dijeron que Eduardo estaba entero, y hasta le
encontraron el registro de conducir en el bolsillo de su uniforme.
Sentí paz. Y ahora sé dónde está mi hijo”, se emociona María
del Carmen Penon de Araujo.
Otro notable impulsor de la causa por la identidad,
Julio Aro, recuerda que fue “cinco veces a Malvinas, pero este es
el viaje que siempre esperé”.
“Esto no sé si es real o lo estoy soñando.
Movimos al mundo entero para que hoy estas familias puedan tener la
respuesta que tanto esperaron”, se conmueve Aro. Con 19 años le
tocó llegar a Malvinas con el regimiento 6 de Mercedes que peleó en
Dos Hermanas, Longdon y Puerto Argentino. Y en la batalla final le
tocó enterrar a Aguilar y Ochoa, sus compañeros de trinchera, los
que estaban en el pozo más cercano. Cuando en 2008 volvió a las
islas para cerrar su historia, fue a buscarlos a Darwin y no los
encontró. A partir de ese instante, sintió que tenía una misión:
encontrar a sus hermanos de la guerra que descansaban bajo la placa
Soldado Argentino Solo Conocido por Dios.
Y lo hizo con la ayuda de esta periodista de
Infobae, Geoffrey Cardozo y hasta el mismo Roger Waters, quien
intervino dándole voz y compromiso a una causa que había estado
silenciada por años. Los tres primeros viajamos a las islas
invitados por las familias, pero Waters no pudo ir porque debía
estar en Londres para comenzar su tour mundial. El ex líder de Pink
Floyd envió un video a las madres con un mensaje tan emotivo que lo
lleva a las lágrimas: “Lo que más desearía es estar allí con
ustedes. Cuando dejen una flor o recen en la tumba de sus amados
hijos sepan que mi corazón y espíritu está allí en las islas a su
lado”.
Lágrimas hubo en Malvinas hoy. Muchas. Madres que
con sus piernas débiles y sus espaldas ya encorvadas se arrodillaban
sobre las piedras del cementerio para besar el nombre de sus hijos.
Hermanas que, como Ana Monzón, se preguntaban mirando al cielo:
“¿Por qué tuviste que quedarte tan lejos si vos eras quien me
cuidabas cuando era chiquita?”. El sol acariciaba en las islas.
“Son ellos que nos iluminan”, lanzó Sonia Carcamo, mamá de José
Honorio Ortega.
Nélida Echave, madre de Horacio, muerto en la
batalla final, deja su bastón para caminar hasta la tumba de su
hijo. Llora sin consuelo: “Yo lo seguía esperando porque nadie me
había dicho dónde estaba. Pero ahora ya sé. Está acá y siento
una mezcla de angustia y tranquilidad. Ya no tengo que buscarlo”.
De pronto la gaita de la Guardia Escocesa hace sonar
sus largas y tristes notas en la soledad de Darwin. Las familias se
acercan al gran muro donde están los nombres de los 649 muertos en
la guerra. Es la primera vez que dejan, aunque ses solo por un
instante, las cruces que abrazan desde hace más de una hora.
“Recemos por aquellos que perdieron la vida en el
conflicto del Atlántico Sur. Por los 649 militares argentinos, los
255 militares británicos y los tres isleños”.
La voz de monseñor Enrique Eguía Seguí inicia la
ceremonia religiosa. El padre John Wisdom y el reverendo Mercer dicen
las intenciones en inglés. “Recemos por todos aquellos que aún
sufren las consecuencias dolorosas de la guerra. Oremos especialmente
por aquellos que visitan el cementerio hoy, que Dios Todopoderoso
pueda consolarlos y enjugar sus lágrimas”.
“Te lo pedimos, Señor”, elevan las voces
quebradas por las lágrimas los 214 familiares que, junto a la tumba
de su ser amado, siguen con emoción la ceremonia.
Ocho soldados de la Guardia Escocesa, incluido un
gaitero y los soldados de la British Force South Atlantic Islands
(BFSAI) mantienen sus armas en posición de honor y respeto.
“Pidamos ser constructores de la paz entre los
pueblos y trabajar por una cultura del encuentro, sin divisiones,
odios y guerras”, cerró la plegaria el sacerdote. Luego se ofreció
la comunión en un clima de silencio absoluto y recogimiento. Se leyó
la Liturgia de la Palabra (lectura del Santo Evangelio según San
Juan).
“Es mi primera vez en Malvinas -dice Claudio
Avruj- y me siento muy conmovido. Este trabajo que me tocó es el más
maravilloso de mi vida. Frente a las imágenes de desolación de las
islas, va a perdurar en mí la imagen del cementerio colmado y al que
hoy se llenó de vida. El Estado ha saldado una deuda de indiferencia
con los combatientes y con sus familias después de 35 años”.
Antes de abandonar el cementerio, Geoffrey Cardozo
depositó debajo de la gran cruz una Rosa por la Paz, confeccionada
por el orfebre Juan Carlos Pallarols. María Fernanda Araujo,
presidenta de la Comisión de Familiares, ofrendó una corona de
rosas blancas de tela, ya que no pueden cultivarse en la isla ni está
permitido ingresar material orgánico.
También se le entregó al comandante de las fuerzas
británicas una rosa para que sea llevada al cementerio de San Carlos
donde descansan 14 de los 255 soldados británicos caídos en el
conflicto.
“Creí que iba a venir al entierro de mi hijo y
fue como un renacer. Él volvió a estar presente como la última vez
que le di un beso cuando se fue a Malvinas”, abraza la cruz Amanda
Balvidares.
En el cierre se hace una foto final con todas las
familias: “¡Por los chicos!”, gritan. “Viva la patria”,
agregan. Y hay aplausos para el coronel inglés que hizo el
cementerio. “Queremos besarle las manos porque él fue el último
que tocó a nuestros hijos”, confiesan las mamás. “Y nos trajo
paz porque ahora sabemos que los cuidó y los trató con amor”.
Ya es hora de dejar Darwin. Solo se escucha el roce
de las piedras en los pasos lentos de las familias que no quieren
abandonar el camposanto.
“Adiós, hijo, quiero volver pronto a verte. Saber
el lugar donde estás me trajo paz”, dice Sonia, mama de Jose
Ortega, y besa la cruz con amor infinito. El viento empieza a soplar
fuerte otra vez en Darwin.
Infobae
Buenos Aires 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario